por Raquel Pardo
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Sé que puede parecer una gafotada (esta palabra me la acabo de inventar, sustituyámosla por esnobismo), pero me sigue ocurriendo: se me erizan los pelos (a escondidas, eso sí) cuando oigo que alguien confunde el champagne (o champán) con el cava.
Así que hoy me hadado por garabatear unas líneas didácticas para el que quiera leerlas y no confundirlos nunca más, a no ser en una cata a ciegas (que puede pasar, doy fe, a pesar de que haya quien asegure que siempre distingue uno de otro).
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